Devaluación de amor


A veces no sé con qué fin escribo, que mensaje quiero dejar, o cual es el fin de este blog. Creo que es simple, no tengo que pensarlo tanto,  expresar mis estadios dentro de un viaje, los lugares como reflejos de estados internos, de momentos, etapas, paraísos, infiernos, todo aquello que vivo, todo aquello que nace de la experiencia, respuestas, silencios. Búsquedas, a veces interminables, inconformistas.

En esta ocasión una loca y cuerda amiga me dijo: “Gorda, estas sintiendo mucho amor, está buenísimo, pero canalízalo de alguna manera porque te va a explotar por dentro”. Y aquí estoy, escribiendo nuevamente.

Estas últimas semanas, más que nunca, mis sentimientos estuvieron a flor de piel, susceptible a cada mirada, observando objetivamente mi viaje y ubicación. Una afirmación que realice hace algunos meses resurge en mi cabeza: “La gente teme amar, teme vivir”. Este alegato golpea con mayor impacto, me deja inmersa en un mundo falso, hipócrita, detenido en el tiempo, anestesiado, ¿su única ley?: “Quien siente, pierde”. Me encontraba perdida en una pesadilla montada para vivirla en un mínimo periodo vacacional, y mi fuerte alma ya llevaba varios meses conviviendo con ella. Venían por mí, pero fue precisamente mi amor propio y el amor a la vida lo que me permitió seguir en pie, aislada, sola, protegida. El haberme involucrado sentimentalmente con alguien aunque resultara en vano, desubicado, fuera de tiempo y espacio, me hizo, me hace ser consciente de que sigo viva, de que soy valiente y fuerte, después de todo me estoy enfrentando al nuevo villano de este mundo moderno, el amor. ¿Qué me permite seguir en esta película?, lo mismo, el amor de mis aliados, de mis amigos y familiares que también sobreviven, en la diferencia, el tenerlos, el saber de su existencia literal me da el respiro de saber que no estoy sola.

Me encontré en Playa del Carmen/Cancún perdida en medio de la perdición, rodeada de ambigüedad, rodeada de gente que se busca, de gente que se pierde, intentando ayudar a quien no desea ser ayudado, sintiendo impotencia y angustia por no poder cambiar situaciones ya establecidas, culturalmente impuestas, contaminadas, actos disfrazados de rebeldía que no son más que resultados del mismo consumismo. En medio de todo eso, me vi, y tome la decisión de sacar un pasaje y volar nuevamente, retome mi camino, me escuche, escuche a ese lugar que me pedía por segunda vez que me fuera para no perderme…

Y heme aquí hoy, en el DF, nuevamente en una ciudad, sintiéndome más estable y cercana a mis raíces Bonaerenses, extrañando menos, ¿por cuánto tiempo?, no lo sé.

Aldy Malén