Despedida de México: lo que sucede, conviene.

- Esta no soy yo, mi risa está perdiendo su alegría, los días pasan sin sentirlos, sin encontrarles un propósito… me estoy perdiendo, no estoy viviendo.

Bajo esta premisa, con este sentimiento, me despertaba mis últimos meses en México. Todo indicaba que estaba cerrando una etapa del viaje, que mi camino no continuaría ahí. Tenía un trabajo estable que me desafiaba día a día y me gustaba, una casa con linda compañía, había empezado a estudiar inglés, estaba estable, sin embargo… algo faltaba.

Quise esperar, no precipitarme, me forcé a darle lugar a los procesos del mundo para estar segura de que la decisión saldría de mí ser interior y no estaría influenciada por algo del entorno, o por el duelo de un amor prematuro… Espere.

En la espera llegaron las Alas. Mucho tiempo había estado pensando en tatuarme, pero no tenía convicción sobre el hacerlo, ningún dibujo me convencía. En medio de un sismo interno una foto llego a mis manos, la foto de MIS ALAS. Llegaron en el momento preciso para darme seguridad y reforzar mi espíritu. Con ellas vencí miedos, con ellas me fortalecí, con ellas entendí que mi valentía y mis ansias de vida seguían intactas, con ellas quebré muchos prejuicios, de aquellos que al sortearlos terminan siendo grandes lecciones de vida. Ellas representan la libertad para tomar decisiones y hacerme cargo de lo que eso conlleve, también representan mi estado de viaje continuo, espiritual, el volar, el soñar, y por último la certeza de que nada es imposible si nos lo proponemos.


Con alas en mi espalda y mi mente limpia del “qué dirán”, estaba lista para sacar nuevamente un pasaje a Buenos Aires. Esta vez mi decisión viajar no fue una oferta que llego a mis manos, invierto en el boleto con decisión y seguridad. Necesito presentar estas alas a sus raíces, llenarlas de sus “orígenes” para que al volar alto nunca se olviden de su esencia.

La calma retorna otra vez armando mi mochila, junio, mi cumpleaños… con mi gente. No siempre se tiene la seguridad de que lo que estamos haciendo es lo mejor, pero si escuchamos a nuestro corazón, mágicamente, todo fluye para bien y resulta en lo que debe ser, aún cuando por momentos “el árbol nos impida ver el bosque”. Dicho esto, podría agregar que al final lo que determina mis estadías y partidas dentro de  un viaje es: “la búsqueda de bienestar y paz interior”; esa es la real fuente de felicidad. Uno es su propio hogar, no los lugares, no la gente. De nosotros depende adaptarnos o no a las diferentes experiencias que se nos presentan, y puedo asegurarles que son increíbles y maravillosas las cosas que pueden pasar a nuestro alrededor cuando tenemos los ojos abiertos para percibirlas, si estamos bien con nosotros mismos podemos ser Caribe y nieve.

En mi mochila a Buenos Aires me llevé la humildad de muchos mexicanos, su calidez para tratar y compartir con las personas, el cuidado de las costumbres, el placer de hacer lo que les gusta. Aprendí de su sencillez, pero también de la extravagancia de las altas clases sociales, la fiesta y la calma. México me abrió sus puertas desde el primer momento en que llegué, me enseñó muchísimo, me regaló aire e ilusiones, me hizo vivir situaciones de las que nunca creí tener la posibilidad de ser parte. No imagino otro país como comienzo de mi búsqueda en el mundo, ¡gracias México por haberme dado tanto, por haberme enfrentado tan fuertemente a mis fortalezas y debilidades!

En junio corte mi cordón, mi unión, guarde todo aquello que no podría olvidar en un lugar sano de mi corazón donde no pudiera impedirme continuar mi camino y me fui de Cancún en búsqueda de más… ¡hasta siempre Carnalitos!

Moviéndome en Argentina

El volver no es un paso atrás, sino una “estación”, sé que no estoy regresando, estoy cargando combustible. 
Después de despedirme de México siguieron algunas semanas en Buenos Aires, reencontrándome, viviendo mi nuevo año con la familia y amigos. Desde el momento en que pise la ciudad sentí que estaba donde tenía que estar, sin dudas. Algunas personitas estuvieron más presentes que otras, igualmente, a esta altura, intento no esperar nada determinado de nadie porque sé que cada persona tiene su mundo y vive sus momentos como yo también lo hago continuamente. Cuando regresás percibís e identificas también que hay personas que quedan suspendidas en el tiempo pasado, convirtiéndose en gente completamente ajena a quien uno es en el presente. Eso puede permanecer o ser solo un proceso que espera el reencuentro que nos vuelva a hacer sentir familiares. Me adapté a todas esas diferentes situaciones durante dos semanas y volé nuevamente rumbo a Rio Negro con una propuesta de trabajo temporal.

Una ciudad blanca, huellas de pisadas, pinos helados, muñecos de nieve, chocolate caliente, vida de montaña y un paisaje de cuento me esperaron en el Cerro Catedral de Bariloche. En este lugar estoy hace dos meses “sirviendo”, entendiendo este concepto como: Ser algo o alguien apropiado para cierta tarea, actividad, etc. Valer, ser de uso o utilidad. Trabajo en una hostería, la mayoría del tiempo con gente, les preparo su desayuno, hago sus camas, limpio, soy niñera, sereno, encargada, recepcionista, cambio bombillas de luz, y normalmente cuando logro tener un tiempo lo utilizo con ellos, compartiendo mates y largas charlas; después de todo, lo más valioso de este trabajo es compartir y aprender de cada persona que llega al “Club”. En este lugar estoy aprendiendo a “dejar ir”, a ser “quien se queda”. Los recambios de pasajeros son todas las semanas, esta vez no me despiden, despido, conozco la otra cara de la moneda, me familiarizo con ella pero me cuesta, es difícil no encariñarse con cada persona que llega pero entiendo que por algo la vida pone a cada uno en el camino. Algo me queda de cada grupo que visita la casa. Aprendo, vuelvo a enfrentarme con mis puntos débiles y fuertes, la montaña transmite paz y te brinda muchas situaciones reflexivas. Mucha gente minimizaría un trabajo de estas características, es un trabajo de temporada, que no requiere de estudios, no mucha gente quiere hacerlo, hay que arremangarse, es cansador, estás expuesto todo el tiempo al contacto con la gente y a atender sus necesidades, las energías se agotan, pero fuera de todo eso es bueno saber que lo que das está puesto en un lugar donde se necesita. La mayoría de las veces es valorado, está bueno poder olvidarse un poco de uno y brindarse al otro. Uno pasa a segundo plano y eso hace que los pocos momentos que se tienen para uno sean más verdaderos y no se desperdicien en cosas o procesos que no lo valen. Este trabajo me está enseñando muchísimo. Aprendí que a veces el acompañar, el compartir experiencias vividas con la gente, el robar una sonrisa o ayudar a sembrar sueños, son cosas que me llenan el alma y ese es, hoy, mi humilde granito de arena para que, quizá, la gente que se cruza en mi camino pueda movilizarse un poquito, conectarlos con algo desconocido o diferente, abrir nuevas puertas en sus corazones, o bien, darles aire. Fuera de lo que brindo, lo que me llevo y aprendo de cada uno es igual o mejor y estoy agradecida.


La reflexión

Todos los procesos y experiencias por los que fui pasando a lo largo de estos últimos meses me llevaron a diferentes tipos de viajes. Me están empezando a hacer más consciente y responsable del tiempo y del otro. Por primera vez en mi vida me siento “grande” en relación a la gente que me rodea, me siento más madura y más consciente del futuro. Hoy estoy entendiendo y asimilando que la vida no se mide por horas contadas ni por una línea de tiempo, sino por los momentos en los que uno estuvo dispuesto a vivir realmente y se entregó a lo incierto con los ojos cerrados. Todos merecemos elegir y determinar las experiencias que queremos atravesar, así como merecemos elegir a las personas que queremos que formen parte de nuestra vida y no conformarnos. Todos somos diferentes, y nadie lastima a nadie por gusto, hay que ser pacientes y entender que todos tenemos diferentes procesos y conflictos. Entendiendo que no toda la gente está preparada para enfrentar sus realidades y fantasmas, y que uno no puede hacerlo por ellos. Nuestra luz puede ayudar sólo si del otro lado hay una persona dispuesta a verla, sino encandila, pasa, y muchas veces se olvida.

Hoy simplemente me entrego, confío, y suelto al universo mi próximo vuelo. Lo que tenga que ser… ¡será!


¡Buen viaje!
 Aldy Malén